Reflexión
Crítica
Los
videos me hicieron reflexionar mucho, porque pude percibir que en nuestro país
hay distintas variedades del castellano, pero sobre todo que aquí hay múltiples
lenguas, las cuales deben ser respetadas y valoradas, así como lo es el
castellano. Confieso que tuve muchos sentimientos encontrados, porque me di
cuenta de otras realidades. Me refiero al tipo de discriminación a las que son
sometidas muchas personas de la sierra, y por qué no decirlo de la selva y
costa también. Me pregunto si aquellos que menosprecian las lenguas, ¿no son
tan humanos como ellos? Entonces, ¿por qué discriminar? ¿Por qué creer que uno
habla mejor que otro? O que el que no
habla castellano está en un nivel más bajo
y, que, por lo tanto, hay que hacerlo a un lado. ¿Por qué creer eso?
¿Acaso todos no estamos en la misma condición de personas?
Siempre
he pensado que nadie es peor ni mejor que otro. Simplemente somos personas que
poseemos ciertas particularidades que lo único que hacen es enriquecer nuestro
país. Los videos observados nos remontan a ello. Nos hacen ver que hay otras
lenguas en el Perú que merecen suma importancia, pues si es que nadie las sigue
practicando podrían llegar a extinguirse, como ocurrió en la costa. Si eso sucede estaríamos perdiendo
gran parte de nuestra identidad, pues
pienso que una lengua es una característica
peculiar de cada pueblo.
Llegué
a la conclusión de que los videos nos están manifestando que es momento de
reflexionar sobre la discriminación lingüística que existe en nuestro país. Basta
ya de tantas burlas. Basta ya de creer que el castellano es el mejor idioma y,
por ende, todos tienen que hablarlo. Basta ya de mirar como bichos raros a
aquellos que hablan quechua u otras lenguas. Y por último, basta ya de tantos
prejuicios que lo único que hacen es empobrecer nuestras almas. Pienso que para
lograr eso necesitamos la ayuda de los docentes. Sí, de los profesores que
están en las escuelas, quienes muchas veces, y lo digo sin temor a equivocarme,
contribuyen, en cierta medida, a que lo anteriormente mencionado no finiquite,
sino que siga reproduciéndose con el trascurrir de los años. Para ejemplificar
esto contaré una anécdota. Yo soy natural de Piura y todos sabemos que allí
existe una variación del castellano. Por ejemplo, allá a los niños se les dice
“churres”; a los plátanos “guineos”; a la persona que habla o comete alguna
incoherencia “simplona” o “simplón” y así podemos encontrar muchísimas más palabras. Resulta, pues, que vine a Lima
cuando tenía aproximadamente 10 años. Todo estaba bien hasta que ingresé a
estudiar. Bueno, ni tan bien porque entre mis vecinos también había notado
cierta extrañeza cuando me escuchaban hablar. El asunto es que en el colegio mis compañeros se burlaban por la forma que hablaba y de los
distintos términos que utilizaba. Por otra parte, mi profesora siempre me
andaba diciendo “no se dice así”, sino de “esta manera”. En aquel tiempo no
entendía nada. Solo tuve que atenerme a lo que mi maestra me decía, y es así
como poco a poco fui modificando mi forma de hablar. Y todo esto fue obra de la
profesora. Ahora entiendo que no hablaba mal, simplemente era una manera propia
de mi lugar de origen.
Es
por ello que dije que a veces los
profesores no se dan cuenta de su accionar. Quizás piensan que les hacen un
bien a los niños. Sin embargo, ¿quién nos asegura que eso tiene que ser
necesariamente así? Nadie. Por el contrario, puede generar un trauma en estos y
hasta en algunas ocasiones dañar su
autoestima.
Sé
que nosotros, como futuros docentes, tenemos una gran tarea, puesto que nos
encargamos de formar vidas y sé que muchas veces el desarrollo personal de un
niño depende, en cierta parte, de cómo nos comportemos frente a ellos. La labor
de un profesor es ser un modelo, por eso creo que si nosotros empezamos a
actuar frente a la discriminación lingüística que existe en el país, los chicos copiarán ese
modelo e irán a su casa, le platicarán a su familia y esta de alguna manera u
otra reflexionará sobre la forma como está actuando y quizás hasta comprendan
que no hay razón para discriminar. Y así, poco a poco, tal vez demande mucho
tiempo, la discriminación lingüística puede llegar a ser tan solo una anécdota,
de la cual ya nadie se acordará. Solo es cuestión de que asumamos esa gran
responsabilidad. Que dejemos de echarle
la culpa a otras entidades y que empecemos a trabajar primero en nosotros mismos. Por ello, me alegro de que
los profesores de la universidad nos enseñen estos temas, porque nos permite conocer
un poco más a nuestro país, pero sobre todo
permite entender a los demás peruanos.
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