viernes, 16 de mayo de 2014

Variedades del castellano y los castellanos del Perú







Reflexión  Crítica


Los videos me hicieron reflexionar mucho, porque pude percibir que en nuestro país hay distintas variedades del castellano, pero sobre todo que aquí hay múltiples lenguas, las cuales deben ser respetadas y valoradas, así como lo es el castellano. Confieso que tuve muchos sentimientos encontrados, porque me di cuenta de otras realidades. Me refiero al tipo de discriminación a las que son sometidas muchas personas de la sierra, y por qué no decirlo de la selva y costa también. Me pregunto si aquellos que menosprecian las lenguas, ¿no son tan humanos como ellos? Entonces, ¿por qué discriminar? ¿Por qué creer que uno habla mejor que otro?  O que el que no habla castellano está en un nivel más bajo y, que, por lo tanto, hay que hacerlo a un lado. ¿Por qué creer eso? ¿Acaso todos no estamos en la misma condición de personas?
Siempre he pensado que nadie es peor ni mejor que otro. Simplemente somos personas que poseemos ciertas particularidades que lo único que hacen es enriquecer nuestro país. Los videos observados nos remontan a ello. Nos hacen ver que hay otras lenguas en el Perú que merecen suma importancia, pues si es que nadie las sigue practicando podrían llegar a extinguirse, como ocurrió en  la costa. Si eso sucede estaríamos perdiendo gran  parte de nuestra identidad, pues pienso que una lengua es una característica  peculiar de cada pueblo.

Llegué a la conclusión de que los videos nos están manifestando que es momento de reflexionar sobre la discriminación lingüística que existe en nuestro país. Basta ya de tantas burlas. Basta ya de creer que el castellano es el mejor idioma y, por ende, todos tienen que hablarlo. Basta ya de mirar como bichos raros a aquellos que hablan quechua u otras lenguas. Y por último, basta ya de tantos prejuicios que lo único que hacen es empobrecer nuestras almas. Pienso que para lograr eso necesitamos la ayuda de los docentes. Sí, de los profesores que están en las escuelas, quienes muchas veces, y lo digo sin temor a equivocarme, contribuyen, en cierta medida, a que lo anteriormente mencionado no finiquite, sino que siga reproduciéndose con el trascurrir de los años. Para ejemplificar esto contaré una anécdota. Yo soy natural de Piura y todos sabemos que allí existe una variación del castellano. Por ejemplo, allá a los niños se les dice “churres”; a los plátanos “guineos”; a la persona que habla o comete alguna incoherencia “simplona” o “simplón” y así podemos encontrar muchísimas  más palabras. Resulta, pues, que vine a Lima cuando tenía aproximadamente 10 años. Todo estaba bien hasta que ingresé a estudiar. Bueno, ni tan bien porque entre mis vecinos también había notado cierta extrañeza cuando me escuchaban hablar. El asunto es  que en el colegio mis compañeros  se burlaban por la forma que hablaba y de los distintos términos que utilizaba. Por otra parte, mi profesora siempre me andaba diciendo “no se dice así”, sino de “esta manera”. En aquel tiempo no entendía nada. Solo tuve que atenerme a lo que mi maestra me decía, y es así como poco a poco fui modificando mi forma de hablar. Y todo esto fue obra de la profesora. Ahora entiendo que no hablaba mal, simplemente era una manera propia de mi lugar de origen.

Es por ello que dije  que a veces los profesores no se dan cuenta de su accionar. Quizás piensan que les hacen un bien a los niños. Sin embargo, ¿quién nos asegura que eso tiene que ser necesariamente así? Nadie. Por el contrario, puede generar un trauma en estos y hasta en algunas ocasiones  dañar su autoestima.

Sé que nosotros, como futuros docentes, tenemos una gran tarea, puesto que nos encargamos de formar vidas y sé que muchas veces el desarrollo personal de un niño depende, en cierta parte, de cómo nos comportemos frente a ellos. La labor de un profesor es ser un modelo, por eso creo que si nosotros empezamos a actuar frente a la discriminación lingüística  que existe en el país, los chicos copiarán ese modelo e irán a su casa, le platicarán a su familia y esta de alguna manera u otra reflexionará sobre la forma como está actuando y quizás hasta comprendan que no hay razón para discriminar. Y así, poco a poco, tal vez demande mucho tiempo, la discriminación lingüística puede llegar a ser tan solo una anécdota, de la cual ya nadie se acordará. Solo es cuestión de que asumamos esa gran responsabilidad.  Que dejemos de echarle la culpa a otras entidades y que empecemos a trabajar primero  en nosotros mismos. Por ello, me alegro de que los profesores de la universidad nos enseñen estos temas, porque nos permite conocer un poco más a nuestro país, pero sobre todo  permite entender a  los demás peruanos.

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