Actividad nº 1
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El tierno Daniel
Mi abuela
estaba sentada en el banco, cuando de pronto sonó el teléfono. Ella corrió a
contestar y por ir tan rápido se tropezó con el pico que mi abuelo había dejado
en medio de la sala. Yo no sabía qué hacer, porque ella tenía un gran moretón,
me decía que le dolía mucho. No encontraba ninguna solución para echarle en la
herida, pues como mi abuelito sabía de medicinas, él siempre hacía sus
preparados para los tropezones. Entonces, mi abuelita me dijo que la única
solución al problema era esperar a que llegara César, yo le dije que no porque
ella no podía seguir con el dolor, por eso
le manifesté a Daniel, mi hermanito: “Anda a la chacra y llama a mi
abuelito”. Él obedeció, sin embargo, Daniel se distrajo por el camino, porque
vio a una llama que comía pasto. Además pensaba en cómo será la capital, pues
él era de la Sierra y aunque sus abuelitos le habían dicho que algún día
viajarán, a él le emocionaba esa idea. Cuando llegó a la chacra encontró a su
abuelo cortando unas maderas con la sierra, inmediatamente le contó lo sucedido
en casa. Daniel vio un árbol tirado y recogió las hojas de aquel, pues él amaba
todo aquello que fuese verde. Es seguro que cuando llegue a casa empezará a
pegar sus hojitas en las hojas de un cuaderno que le regaló el amigo Julio. Su
abuelo le dijo que él se iba por otro camino para llegar más rápido y le advirtió
que cuidado con acercarse al río, pues la corriente estaba crecida. El niño se
quedó muy contento porque amaba la naturaleza, siempre llevaba arroz en su
bolsillo para darles a las palomitas, le gustaba sentir el pico de aquellas en
sus tiernas y dulces manos, asimismo llevaba consigo una regla la cual le
permitía medir el tamaño de las hojas y después las clasificaba de acuerdo a
ello. Daniel era un chiquillo muy travieso, pero era feliz así al menos de esa
manera lograba distraerse, aunque muchos le decían que rompía las reglas.
El abuelo
llegó a casa muy cansado e inmediatamente preparó una solución para la abuela.
Por otro lado, yo contesté el teléfono, después, porque seguían llamando. Había
sido nuestra madre que nos llamaba para decirnos que había enviado dinero y que
nuestro abuelo tenía que ir a recogerlo al banco.

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